El profesor de Historia David Babi, investigador de temáticas relacionadas a los derechos de las personas con discapacidad, reflexiona a partir de una vivencia particular como cursante de una Maestría.
Por David Babi *
“¿Usted sabe inglés, Babi?”, me habría gustado que me pregunte esa tarde la profesora. Aunque es verdad que en el contexto de un posgrado hay mayor horizontalidad y solemos tutearnos entre docentes y alumnos. “¿Vos sabés inglés, David?” habría sido la pregunta adecuada.
Eran las cinco de la tarde y mientras cargaba el agua para el mate, la profesora anunciaba a través del Zoom, que íbamos a ver un documental. Tenía problemas técnicos para compartir pantalla, por eso le pidió a una compañera que le haga los primeros auxilios.
Laila es mi compañera desde principios del año pasado cuando empezamos a transitar el camino de una maestría en periodismo narrativo que hoy nos tiene más cerca del título que de aquel inicio tortuoso y en una especie de semipresencialidad que se fue acrecentando con el tiempo. Ella sí sabe inglés y además es música, un talento que se supone, según un mito social, solemos tener las personas ciegas.
Ella no es ciega y yo, hasta ahora, no sabía que una persona con discapacidad visual tenía que saber lengua extranjera para cursar una materia en una universidad pública nacional.
No obstante, cuando la pieza audiovisual termine, ella va a decir la verdad. “No vi el documental entero, apenas pude leer”. Yo, ante el asombro, no pude leer el documental. No pude leer el documental. No pude leer el documental. Ante el asombro, no voy a decir nada. No esperaba más que una simple pregunta. “¿Vos sabés inglés, David?”. Era obvio que las chances de leer subtítulos estaban descartadas.
A veces pareciera que aunque no figura en los requisitos de inscripción, para poder gozar de una educación accesible, una persona debería ver, escuchar y caminar para alcanzar para acceder a la totalidad del contenido y a los espacios áulicos. Más tarde me voy a sentir culpable. A la accesibilidad hay que pelearla, pienso. Y vos no dijiste nada, me reprocho interiormente. Me excuso en la idea de que yo voy a esa cursada para aprender a escribir bien, aprender a escribir cosas que me gusten y no quiero gastar energía en otros cantares.
No obstante, creo, como creía cuando a principios de 2019 con un grupo de compañeras y compañeros fundamos en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones el Movimiento de Estudiantes en Unidad, que para conquistar derechos es necesario organizarse y sobre todo en tiempos convulsos como los que atravesamos. No obstante, la accesibilidad debe ser una política institucional para que la educación no sea, como solemos decir, para todos, todas y todes, sino simplemente para el goce de cualquiera.
(*) Graduado del Profesorado en Historia de la Universidad Nacional de Misiones y maestrando de Periodismo Narrativo en la Universidad Nacional de San Martín. Integrante del Proyecto de Investigación sobre Inclusión de Estudiantes con Discapacidad (PIEDU) de la Secretaría de Investigación de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la UNaM.
Especial para Universidades NEA.